El hombre y la ballena

Como cada atardecer, él subía a su pequeña embarcación y navegaba mar a dentro, solo, con el sol en los ojos disfrutaba de esos atardeceres cálidos de verano, pelo ensortijado y cara curtida por el salitre, viejo marinero que vivía para y por el mar.

Paraba su vieja motora y sentado en la proa sacaba a su viejo compañero y amigo, abría el viejo estuche y sacaba su violín, hermano, amigo de tantas aventuras, sentado en lo alto de la proa con las piernas por fuera comenzaba a tocar, su canto lastimero y triste inundaba el mar de lamentos de una vida que jamás quiso vivir.

Como cada tarde una enorme ballena se acercaba a la pequeña barca y allí escuchaba las viejas canciones, las viejas historias de aquel hombre que abría su alma solo para ella, hombre y bestia juntos al unísono compartían sus historias, sus vidas, ella cantaba y él acompañaba con su viejo violín aquel bello canto que inundaba y enbellecia el universo.

Compañeros de bellas historias, confidentes y amantes, ella acercaba su enorme cabeza y él la acariciaba mientras lloraba de emoción, cuántas veces había soñado con saltar al mar y sumergirse con ella, ella soñaba con tener piernas y morir de amor en brazos de aquel dulce hombre. Mar y tierra, tierra y mar, horizonte imposible que separaba a dos viejos amantes que seguirían de por vida cantandose su amor.