Cruz en las montañas

Querido amado mío, ya todo ha pasado, todo ha terminado, nunca habrá más dolor. Aquí bajo esta cruz de bronce que con mis manos di forma, hoy te entierro en este frío aunque bello lugar, que tantas veces recorrimos, entre nuestro querido bosque de abetos azules, testigos de nuestro amor furtivo. Testigo de un amor prohibido, de la que nuestra querida catedral fue testigo y confesora.

 Aquí frente a ti cierro mis ojos y recuerdo tantos momentos de felicidad, de paz. Amor escondido, del que nadie nunca jamás sabrá, hoy me rasgo la ropa, necesito gritar al viento nuestro amor, mi dolor. Hoy soy el viudo que nunca podrá vestir de negro, que no podrá mostrar su luto, su desdicha. Hoy vengo a ti, una última mirada, una última despedida, cierro mis ojos y respiro, un último aliento. Cálido cáliz de mi cuerpo que mana, sin prisa regando de amor nuestro lugar sagrado, manantial de mis venas que te dan de beber. Abro mis ojos y ya estoy aquí, querido mar de nubes que tanto te he ansiado, liberación de un cuerpo, de una prisión que atormentaba mi mente. Ya te veo a lo lejos, luces imponente, me miras, te miro, sonreímos y corremos al encuentro, fuerte abrazo del que jamás nunca me separaste, juntos para siempre.