Mujer asomada a la ventana

Odiseo o Clarissa, ella o él, contempladores eternos de realidades
imaginarias, realidad o ficción, hombre o mujer, dos seres en uno
complemento perfecto que la sangre unió, seres perfectos de carne y hueso que como el contemplador del mar de nubes, observan, contemplan el presente, el pasado y el futuro en su mar cantábrico.
Ella como cada mañana se viste, esperando la llegada ansiada, se acerca a su ventana y dentro de ella se sumerge en otra ventana imaginaria, ella sueña con la llegada triunfante de su hermano, sueños de victoria, sueños épicos con los que se ilusiona. Sin pensarlo se sumerge en escenarios que Friedrich crea para ella, que buen cuadro, ella se asoma y lo hace suyo, pasión y valentía con la que afronta su destino que día a día contempla por su
ventana.
Penélope de sangre, que su hermano ama como a nadie, ser maravilloso por el que el vive, camino que con los ojos cerrados siempre seguirá guiándose de sus pisadas. Regreso triunfante, en un barco Caspariano que con sus velas marca su Victoria, él se asoma a su ojo de buey vestido de ella, homenaje a su sangre que tanto ama, contemplador de mares inmensos, buscador de la prometida tierra, que tanto ansía, él, ella, suspira en la distancia esperando el encuentro. Contemplador contemplado cuadro multiventana que ellos crean a la vez, él o ella, ella o él, sinónimo de un mismo ser.