Solo en la oscuridad

Sergio Pereira - Errikarta Rodriguez

Tumbado en esta fría roca con las muñecas ensangrentadas por el frío metal, encadenado y sujeto a la húmeda pared desafío a mi mente a mi supervivencia. Cómo sobrevivir a mis pensamientos si poco a poco me voy olvidando de quién soy, ausencia total que me aleja de este cuerpo humano vagando a la deriva sin saber retornar.

Encadenado trato de recordar mis deseos, mis secretos, ansias y sueños que una vez tuve, vida que me atormenta invadiendo mi cabeza y como una sombra negra cae sobre mi pecho devorándome salvajemente arrancándome los pocos sentimientos que me quedan, devorando mi alma a bocados haciendo de mí un triste cadáver, vacío, inerte que nunca más volverá a sentir. A amar.

Cierro mis ojos y mientras soy fagocitado ,trato de imaginar aquel cielo en el que vagaba libre amando en éxtasis, si pudiera volver a amar tan solo una vez más sintiendo la plenitud en cada poro de mi piel. Éxtasis dichoso que siempre llevaré en mi cabeza, dulce recuerdo que jamás me abandonará, devorado por el destino, sonrío y me entrego abocado a un fin que no puedo evitar . Sonrío y recuerdo aquellos bellos momentos ,esperando que mi último recuerdo sea cuando amaba plenamente. Cuando amaba en éxtasis……

Fuera de mi el tiempo avanza, se esconde y me susurra distante, indolente, sabiéndose intocable. Traza cobarde que arrastra en su baile siniestro la luz que un día templó mi alma, suelta mi mano y se pierde entre sombras que borran el camino de vuelta a mi atormentado ser. Que sentido tuvo el amor, que motivo la pasión, que escaso consuelo haber tenido entre mis brazos el universo al completo si ahora se diluye en un suspiro, como el agua entre las rocas. 

Dentro de mi la luz se agota, se deja llevar, se aleja en su baile de sombras buscando mi mirada en cada giro involuntario del destino agotándose con cada intento de permanecer, de alcanzar lo imposible. Candela viva que en mi pecho prende y se sofoca antes de alcanzar a ser, vuelve sobre el rastro que el tiempo dejó y trae contigo lo que me negó, envuelto en sedas de dulces recuerdos, cálida brisa y promesas de amor. 

Sin consciencia de mi mismo, como vuelto del revés paso a un estadio superior donde se mezclan sombra y luz. En mi limbo personal la realidad espera convertirse en espejismo mientras mis anhelos se deslizan por los jirones del disfraz que me ancla a la cordura. Solo albergo la esperanza de protagonizar un digno acto final privado de épica alguna; en silencio, sin ceremonias vacías que alimenten la ética hipócrita de los carroñeros.

Ya no siento dolor, ya no tengo miedo.