Sentados frente a frente en la mesa de la
cocina, tan solo iluminados por la luz de la farola que destella a intervalos
creando un juego de luces, se observan en silencio. Figuras en blanco y negro
que se encienden y se apagan. Él tiende su vieja mano esperando una respuesta,
ella posa su mano contra la palma de su compañero de vida. ¡Esto no será
fácil!.
Tanto tiempo juntos, tantos hijos y ahora frente a frente somos dos auténticos desconocidos. ¿Qué nos sucedió que nos llevó a esta deriva imposible de salvar?. ¿Cómo fue posible vivir con una mujer de la que solo se su nombre?. He oído que el barquero ya ha zarpado y pronto estará entre nosotros.
Ella sonriente le observa totalmente ausente, hace ya tantos años que no residía en ese cuerpo, que no conocía a nadie. Perdida en su infancia, en sus recuerdos le contemplaba atenta, pero ausente. Tenía tantas ganas de volar que una noche abrió la ventana de su alma y ya no regresó jamás. Viajera libre que nunca más se sentiría presa. Al fin libre.
A lo lejos la llegada del barquero, que imparable pero despacio remaba ofreciéndoles tan solo una despedida. La muerte le sonreía en la distancia, ya no había marcha atrás. Un viaje doble a cambio de varias monedas, era un buen trato. Tanto dolor, tanta desesperación. Tan pocos minutos para decir a mi amada lo que siento.
Él la miraba a los ojos, ella absorta en la nada contemplaba un trozo de pan duro sobre la mesa. ¡Cómo decirte lo que nunca antes me atreví!. Como decirte que siempre fuiste el amor de mi vida!. Que sin ti nunca hubiera sido el hombre que fui. Como decirte que el tacto de tu piel era mi religión, como no amarte en cuerpo y alma!. Como!. Hoy y en este instante sé que te amo como nunca más lo volveré a hacer.
Sobre el fogón de la cocina la tetera humeante deja sentir el aroma a manzanilla. Del bolsillo un paquete de arsénico y el ambiente se convirtió en muerte con aroma a manzanilla. Bebe amor mío y navegaremos juntos por los mares de la eternidad. Él le acerca la taza a la boca, una última mirada, una última sonrisa y los dos beben al unísono la infusión del sueño eterno. Una caricia en la cara, un último beso de amor y juntos de la mano enfrentan la llegada del barquero. Frente a ellos parado, en pie, desde su barca los contempla plácidamente abrazados. Nunca la poética de la muerte fue tan bella.
Él les tiende la mano y ambos embarcan en su último viaje. Sentados en el fondo de la góndola mortuoria, se abrazan reencontrándose de nuevo. ¿Dónde estabas amor mío?. Aquí contigo, disfruta de la travesía ahora estaremos juntos para siempre. El gondolero les mira y sonriendo se encamina al mundo de nunca jamás, donde permanecerán juntos por SIEMPRE.
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